lunes, 5 de enero de 2015

CAPÍTULO 5º.


Jared se presentó como cada día para invitarme al desayuno. Siempre a la misma hora, se había convertido en rutina.

No podía quitarme de la cabeza el dichoso día de ayer. Increíble. Todo me pasa a mí.
Thomas se había ido tras tomarse de un trago su té y tan siquiera sin mediar palabra, simplemente se fue. Su rostro no denotaba furia, ni cualquier otro sentimiento nefasto, se mantenía imperturbable, con un único detalle, aquél detalle que marcaba la diferencia. Los músculos de sus mejillas temblaban en un suave baile tosco. Thomas los hacía bailar así mientras apretaba fuertemente los dientes, quizá conteniéndose, aguantando para no hacer o decir algo. Guau… ¿qué le pasa a Thomas conmigo? Siento como si se tratase de mi hermano mayor, furioso por lo que Jared hacía conmigo.
Destrozarme.
Sí, destrozarme con aquellas falsas esperanzas, con aquellos besos prohibidos que sabían a gloria.
Su simple presencia dolía. Y aquél beso ya había terminado de matarme por dentro.
Algo en mi corazón, esperanzador, me advertía de que Jared seguía amándome, pero justo después de ese pensamiento, mi estómago daba un doloroso vuelco, advirtiéndome de que no sería bueno escuchar a mi corazón, pues una vez más terminaría hecho trizas y tiraría por la borda todo lo que había conseguido hasta ahora, aunque no avanzase demasiado rápido, lo hacía firmemente, pero, ¿cómo no trastabillar tras lo ocurrido ayer?
Se me hace imposible no pensar que me ama, no pensar que lo de Verónica fue solo un error y que quiere volver conmigo…
Por otro lado… ¿Estaría bien que volviese conmigo?
Está claro que no, no merece tan siquiera mi presencia, pero yo anhelo la suya, y así me encuentro, sentada frente a él. Una vez más el vapor proveniente de nuestros cafés nos separan ligeramente de aquella cercanía visual.
Jared no había levantado la mirada del café solo que le había servido hace unos minutos y yo no apartaba la mirada de él.
Parecía cansado, hoy su felicidad innata se había esfumado, e incluso su labia. Apenas habíamos mediado palabra desde que llegamos a la cafetería.



–¿Estás bien, Jared? –Le pregunté al fin, inclinándome un tanto sobre la mesa circular.
–¿Eh?... eh, sí. –Murmuró él a la vez que ladeaba una sonrisa suave, cansada y desganada en realidad.
–¿En serio?


Jared simplemente asintió, estirando la mano en mi dirección para agarrar la mía.


–Perdóname, Alma. –Susurró de forma inesperada, alzando aquellos hermosos ojos azules hacia los míos. –Lo siento tanto…
–Eh… –Llevé una mano a una de sus mejillas y acaricié su barba con cuidado con la yema del dedo pulgar. –¿Me vas a explicar lo que te pasa? –Susurré cuidadosamente, aún inclinada hacia él, pues lo que decía era confidencial.
–Me siento tan… destructivo, Alma… he nacido para hacerte sufrir.
–Eso no es verdad, Jared.
–Joder, sí que lo es… y no quiero, te juro que no quiero hacerte sentir mal, odio que sufras por lo ocurrido, pero… soy un desastre, no sé hacer nada a derechas contigo.
–¿Por qué me besaste ayer, Jared? –La pregunta salió disparada de entre mis labios.
–Me moría por hacerlo desde hace tiempo. –Susurró él, dejándome boquiabierta.


Espera… ¿qué cojones pasaba?


–¿Có… cómo dices? –Tartamudeé atónita.
–Me encantaría hacerlo otra vez, pero no creo que sea conveniente, y a eso me refiero… no sé qué es lo que me pasa contigo, Alma. –Se atusó el pelo con cuidado, volviendo la mirada a su café intacto.
–Eso me pregunto yo, Jared… –Susurré a la vez que me humedecía los labios suavemente.



Observé como Jared alzaba la mirada para observar por encima de mi hombro y segundos después, una figura femenina se abalanzaba sobre él para abrazarlo.
Verónica, ¿cómo no?



–Eh… –La saludó él respondiendo a su abrazo pero sin sonreír de forma sincera, haciéndolo tal y como lo había hecho conmigo.
–¿Estás enfermo, mi amor? No tienes buena cara. –Susurró ella preocupada, acariciando el pelo de mi ex marido con excelsa ternura.



Antes de que pudiera decir nada más, ya me había levantado de mi asiento y agarrado mi bolso para huir de allí.
Lo que me faltaba, observar la escena empalagosa de amor de madre por parte de Verónica. Sí, claro.




____________________________
                                       


Llegué a casa a eso de las cuatro de la tarde, reventada por dos motivos; el primero era que aquellos stiletto me estaban matando, y el último era, que no había vuelto a mediar palabra con Jared desde el café. Me había dejado realmente intrigada –y llena de esperanza por otro lado– con aquello que me había dicho, aún no podía creerme lo que me estaba sucediendo.


Debido al retraso que me había surgido en el trabajo, no disponía de tiempo alguno para ponerme a cocinar, así que, simplemente tomé una ensalada ligera, y tras cepillarme los dientes, salí disparada hacia la consulta de Thomas.
Tenía pánico, pánico y vergüenza de mirarlo a la cara. Sentía como si lo hubiera decepcionado, y me dolía. Me dolía decepcionar a una persona que se preocupa realmente por mí, y que aún más allá de lo profesional, me ofrecía su ayuda gratuita. Por amor al arte.
Thomas se había portado demasiado bien desde el primer momento y yo no le estaba correspondiendo como es debido.



Accedí al recibidor que me dirigía hacia el ascensor metálico, y al ascender hacia la planta donde la consulta de Thomas se hallaba, salí del mismo y presioné el interruptor para hacer sonar el timbre.
Justo cuando el timbre sonó, mi corazón dio un vuelco y tuve que suspirar con fuerza, clavando en seguida la mirada en la puntera fina de mis stiletto nude.
La puerta se abrió y el olor que aquél hombre exudaba provocó que el vello de mi nuca se erizase de forma violenta.
Tuve que alzar la mirada para saludarlo.
Tan elegante y violentamente atractivo como siempre. Mierda.
Se quedó en silencio, observando mi rostro de forma intensa, ¿en qué estaría pensando? Podía sentir perfectamente el cosquilleo que producía su mirada sobre mis mejillas y comisuras, quizás también lo sentía en los párpados.
Increíble, sólo él podía hacer eso.


–Buenas tardes, Alma. –Dijo al fin con voz suave y tosca a la vez mientras señalaba al interior del estudio. –Adelante.


Obediente, me adentré en la consulta y me senté donde siempre. Él hizo lo mismo, inclinándose hacia mí, aun manteniendo una distancia prudente.
Lo observé a los ojos fijamente y por primera vez, me inundaron unas terribles ganas de abrazarlo con fuerza y no soltarlo nunca.



–¿Cómo estás hoy? ¿En qué piensas? –Hoy no sonreía, su voz sonaba tan profesional y activa como siempre pero su rostro no denotaba la felicidad y el júbilo que lo caracterizaba.
–En ti. –Ni siquiera pensé en la respuesta, simplemente fui sincera.


Parecía asombrado por lo que le había dicho.


–Bueno… Alma, me gustaría que te centraras en otro aspecto… más tarde hablaremos de eso. –Era fuerte, yo jamás podría haberme quedado con semejante duda.
–¿En qué aspecto quieres que me centre? –Mi voz sonaba suave, cautelosa y clemente. Sobre todo eso último.
–Quiero que te centres en tu ex marido. –Me ordenó él, enfatizando el determinante posesivo de forma algo dolorosa.
–Sí… –Asentí, bajando la mirada y la cabeza pesadamente al recordar. –Thomas… yo… estoy más confundida que nunca.
–¿Por qué? –Su voz había perdido la calidez de siempre, ahora solo sonaba como… un simple terapeuta.
–No sé a qué juega Jared. –Alcé la vista para clavarla en los ojos de Thomas. –Hoy me ha dicho que llevaba tiempo queriendo besarme, y que le encantaría volverlo a hacer, pero… ¿qué cojones hace con Verónica entonces? Es lo que no entiendo.
–Quizás él también tenga dudas.
–¿Qué dudas? Si duda, ¿por qué sigue con ella? Es injusto para ambas.
–¿Piensas hacer algo al respecto? Es decir, ¿has pensado en algo? –Observé cómo se colocaba bien el cuello de su camisa negra.
–¿En algo como qué? –Fruncí el ceño sin entender.
–En algo como contarle lo ocurrido a Verónica. –Musitó él sin más.
–¿Qué? ¡No! –Fruncí aún más el ceño. –Jamás, Thomas… y no porque se lo tenga merecido –que también–, sino porque no quiero dirigirle la palabra. Me niego.
–¿Vas a dejar entonces que siga «jugando a dos bandas»?
–No…
–No pareces muy convencida. –Frunció el ceño él también.
–No sé qué voy a hacer si intenta besarme de nuevo… –Suspiré muy suave, consternada en realidad.


Los músculos de las mejillas de Thomas bailaron como la noche anterior ante aquello que dije.


–¿Crees que volverá a hacerlo? –Me preguntó seriamente.
–No estoy segura, pero si dijo que lo está deseando… Dios mío, Thomas, ayúdame… no quiero tirar a la basura todo lo que he conseguido…
–Lo estás tirando sin darte cuenta, Alma. No deberías haberle permitido que te besara. Y déjame que te diga que estoy bastante… indeciso contigo, no sé si darme por vencido y dejar de aconsejarte o seguir hablándole a la pared. –Me observó fijamente, directamente a los ojos y observé en ellos un atisbo de contrición.
–Eso no es así, Thomas… –Susurré débilmente. –Te juro que llevo a cabo cada consejo que me das pero… aquello fue tan inesperado… No sabes lo que es estar enamorada, Thomas… no sabes lo que es estar enamorada para mí…


–Te equivocas, Alma. Sí que sé lo que es estar enamorado.




__________________________________



3 comentarios :

  1. Esta genia *-----*
    Tienes que seguirla ¡por favor!

    ResponderEliminar
  2. La amo esta genial *----*
    tienes que seguirla ¡por favor!

    ResponderEliminar
  3. Ohhh tienes que seguirla, esta genial *-* me encanta :3

    ResponderEliminar